La bondad del corazón

Tomado de la www.idartes.gov.co - Periodista: Tania Calderón

Así continúa la historia de los 87 voluntarios del Idartes que hicieron parte del programa de Bogotá Solidaria.

Continúa el relato de los voluntarios del Idartes que realizaron encuestas en la primera etapa del programa Bogotá Solidaria.

Desde que se declaró la emergencia sanitaria por el COVID-19, la Alcaldía Mayor de Bogotá inició una estrategia que garantizara el bienestar de todos los ciudadanos que se encuentran en condición de pobreza y vulnerabilidad en el periodo de cuarentena. Así nació Bogotá Solidaria, una iniciativa que tiene como objetivo entregar ayudas monetarias y en especie a casi 500.000 familias de la ciudad.

Para identificar estas personas, la Alcaldía organizó un grupo de voluntarios de diferentes instituciones distritales que realizarían encuestas en diferentes territorios. Este es el relato de cuatro servidores del Instituto Distrital de las Artes - Idartes, que pertenecen al programa Nidos - Arte para la primera infancia, quienes participaron de esta primera etapa de Bogotá Solidaria, cuatro días de intenso trabajo y puro corazón.

Día 4: 8 de abril. Ciudad Bolívar, barrio Bella Flor

A las 5:00 a.m., Helen Erazo, quien estuvo desde el principio apoyando a María Teresa con la coordinación logística de esta maratónica labor, prendió su computador para verificar una vez más la ruta del transporte que acompañaría a los voluntarios ese día y que había sido enviada la noche anterior sobre las 10:00 p.m. Envió varios mensajes de verificación sobre los puntos de encuentro y los cambios de última hora por WhatsApp. Después, desayunó y tuvo un momento de reflexión en el que deseaba que la jornada fuera maravillosa, siempre con la convicción de que la labor que realizarían iba a ayudar a muchas personas. “En ese momento es cuando ratifiqué que el miedo no me puede paralizar, que debo seguir actuando. Que debo ser coherente con la esencia de lo que siempre he pensado: ayudar y trabajar por otros. Así mismo, creí que el todopoderoso me acompañaría en esa jornada”, cuenta Helen. Con esa convicción, tomó su bolso y su carpeta, se despidió de su esposo, quien la acompañó hasta la puerta, se puso el tapabocas y lo guantes. Tomó un taxi y se fue.

El punto de encuentro era la estación del Transmicable Mirador el Paraíso. Los 16 voluntarios confirmados para ese día llegaron 20 minutos antes de lo pactado, se organizaron y tomaron asistencia. Ese día, algunos eran nuevos y debían recibir capacitación sobre cómo diligenciar las encuestas. Pactaron que nunca podían estar solos, así se demoraran al momento de encuestar, y decidieron que trabajarían por duplas. Todos estuvieron de acuerdo en que la actitud debía ser de disposición y colaboración. En ese punto, les comunicaron que debían ser trasladados al barrio Bella Flor y, en un momento de solidaridad, acordaron llevar a los voluntarios de las otras instituciones que no contaban con transporte.

Cuando llegaron al barrio, se percataron de que estaba ubicado en la cima de la montaña. Antes de iniciar el recorrido, todas las instituciones se reunieron en una extensa zona verde ubicada frente al Colegio Distrital José María Vargas Vila para organizarse y empezar a trabajar por las diferentes áreas que habían sido asignadas en la zona. Saltaba a la vista que las casas estaban construidas en madera, en ladrillo, en material prefabricado, o en diferentes materiales que la comunidad poco a poco ha ido consiguiendo para hacer sus viviendas. Algunas calles principales estaban pavimentadas, otras estaban en mal estado y otras eran en tierra. Así mismo, observaron que la comunidad había construido estrechos caminos para poder subir y desplazarse entre barrios a manera de atajos. También podían ver desde allí otra montaña en la que se ubican otros barrios que se han conformado por procesos de invasión. 

Ingresaron por calles estrechas que han sido construidas por los mismos habitantes, los saludaron e invitaron a participar en la caracterización poblacional que estaban haciendo. Seguían las instrucciones que recibían de la Secretaría de Hábitat y poco a poco fueron conociendo a las personas que vivían en el lugar. En un momento, el grupo de Idartes se dividió en dos para abordar el sector asertivamente. “Lo que percibimos fue muchísima tranquilidad. Fue un espacio con una energía muy bonita a pesar de los imaginarios y todas las recomendaciones que nos hicieron de este sitio. Las personas nos agradecían por nuestra labor, nos ayudaban a transitar por los caminos poniendo cosas para subir y bajar de la mejor manera. También nos contaban sobre sus vecinos. Evidenciamos que muchos pertenecían a la población que ha sido desplazada de otras partes del país”, cuenta Helen.

Como en todas las jornadas, se había acordado que los refrigerios de los voluntarios serían entregados en las camionetas para su comodidad y por respeto hacia la comunidad. Era en esos espacios en los que como grupo reflexionaban y agradecían la disposición y apoyo de la gente, de la misma manera, entendían de primera mano las necesidades que los habitantes tenían. “Ver el amor, la pasión y el compromiso de cada uno de los voluntarios es un aprendizaje. Me pareció único ver el respeto y la solidaridad de la comunidad hacia los profesionales. También darnos cuenta que, a pesar de las dificultades y los tiempos complejos, aún hay personas que se solidarizan con otros que presentan mayores necesidades sin importar el cómo, poniéndose muchas veces en riesgo. Era conmovedor”, narra Helen.

Mientras el día transcurría, María Teresa los apoyaba desde su casa, rendida físicamente pero acompañando a los voluntarios con el corazón encendido, mientras informaba en directo todo lo relacionado con la seguridad del equipo a la mesa del comité central. Su preocupación se encendió cuando el grupo tuvo que bajar a una parte de la montaña donde no los veía nadie, sin embargo, varios de los voluntarios coincidieron en decir que se sentían tranquilos porque la luz que emanaba de los ojos de los habitantes del barrio Bella Flor era brillante. Había esperanza.

Ese día, la jornada terminó a la 1:00 p.m. porque no pudieron ingresar a otro barrio como consecuencia de algunos problemas de seguridad que se estaban presentando. 

Entérese de lo que sucedió durante la entrega de las ayudas en los próximos días.