La garantía de derechos culturales de la niñez refugiada y migrante en Colombia

La garantía de derechos culturales de la niñez refugiada y migrante en Colombia
En los últimos años, la migración ha aumentado de manera significativa en Colombia, convirtiéndose en un reto social que requiere respuestas integrales. Miles de niñas y niños han tenido que dejar sus hogares por causas como la violencia o la pobreza.
Muchos pequeños refugiados y migrantes enfrentan dificultades que pueden afectar su bienestar y su futuro: la falta de acceso a la educación, la inestabilidad en sus condiciones de vida y la dificultad para integrarse a nuevas comunidades. Según el Observatorio del Bienestar de la Niñez, al 31 de diciembre de 2024 se estimaba que había alrededor de 796.286 niñas, niños y adolescentes refugiados y migrantes en Colombia. En este panorama, los programas de formación artística impulsados por Idartes les ofrecen un espacio seguro donde pueden desarrollar su creatividad, construir libremente sus identidades y fortalecer su autoestima. Hoy, esta labor es más relevante que nunca: ante los retos que impone la migración, crece también la necesidad de entornos de acogida y contención, donde los lenguajes artísticos permitan expresar emociones, compartir historias y tejer vínculos que brinden estabilidad y sentido de pertenencia.
“El sufrimiento y la exclusión de los niños refugiados, migrantes y desplazados no solo es inaceptable, sino que además se puede evitar. Ante todo, siguen siendo niños, sin importar de dónde vienen o cómo llegaron aquí. Cada uno merece protección, atención y acceso a espacios y actividades donde pueda crecer y desarrollar su potencial”, afirma María Claudia Parias, directora del Instituto Distrital de las Artes - Idartes.
Idartes atiende a personas y familias refugiadas y migrantes a través de sus programas de Nidos y Crea, brindándoles oportunidades para expresarse y fortalecer su identidad en un nuevo entorno.
Fabián llegó a Colombia hace varios años, cuando apenas tenía cinco. Aunque recuerda poco del viaje desde su país vecino, sí sabe que fue un cambio importante en su vida. Ahora ha encontrado en los talleres un espacio donde puede ser él mismo. "A veces es divertido porque juego con los otros niños", dice, aunque también reconoce que, como en cualquier grupo, hay momentos de tensión.
Lo que más le gusta de Bogotá es la posibilidad de explorar: "Aquí hay muchas cosas y todo el tiempo hay algo que hacer". Para Fabián, los talleres representan un lugar de descubrimiento y creatividad. Aunque su llegada fue hace un tiempo, encuentra en el arte una forma de conectar con su entorno y con otros niños que han vivido experiencias similares.
Antes de cada clase, Fabián acompaña a su mamá a vender dulces en la estación de TransMilenio de la 22 con Caracas. “Mi mamá vende galletas aquí, en la estación, y yo me quedo con ella hasta que tengo que ir al taller”, explica.
Actualmente, Fabián no está escolarizado, una realidad que enfrentan muchos niños refugiados y migrantes. Según el artista formador Edwin Osorio, en El Castillo de las Artes se busca que, además de aprender disciplinas artísticas, los niños tengan un espacio de alfabetización a través del arte. “Buscamos que el espacio les permita desarrollar su expresión plástica y sensible, porque aquí hay mucha anulación de la voz del niño”, explica. “El contexto del barrio Santa Fe es muy agresivo, ellos no tienen parques o lugares seguros donde estar, así que aquí encuentran un refugio”.
El trabajo de Idartes también se extiende más allá de las aulas. “Hacemos actividades afuera para que la comunidad se entere que estamos aquí. También vamos a los cuadrantes, recogemos a los niños porque es muy difícil que vengan solos; sus papás trabajan y no pueden traerlos”, agrega Osorio.
Un caso similar al de Fabián, es el de Camila, una niña de 4 años, que asiste a las experiencias artísticas de Nidos, en Nido de Sueños, del El Castillo de las Artes, quien llegó al barrio Santa Fe con su familia. Ella, al igual que muchos otros niños refugiados y migrantes, actualmente en nuestro país, nació en Táchira, Venezuela pero emigró a Colombia con su familia estando de unos pocos meses.
Cada semana, en Nido de Sueños, los artistas formadores de Nidos realizan franjas de atención a la comunidad vecina de El Castillo, especialmente a niñas y niños de 0 a 5 años y personas gestantes que llegan en compañía de sus cuidadores. En estos casos se aprecia la asistencia de los más pequeños con sus mamás, vecinos o familiares que los llevan a pasar un momento de juego, exploración y arte en un espacio seguro y acogedor, mientras las madres y padres trabajan.
Para esta población, Nidos ha desarrollado diferentes actividades que tienen en cuenta la situación de las familias. Camila tuvo la posibilidad de asistir a la experiencia artística Capibare la cual está inspirada en este animal de los llanos orientales, venezolanos y colombianos, donde este amigo que se presenta a los asistentes con el nombre de Güiri, pide ayuda para recobrar su memoria del país de donde proviene, pues a medida que pasa el tiempo, muchos de sus recuerdos van desapareciendo.
En este ejercicio se invitó a Camila con sus hermanos mayores, a ayudar a Güiri a recordar todas aquellas cosas especiales que hacen parte de su cultura, mientras utilizan diferentes materiales como palitos de madera que representan sus neuronas, laberintos y cavernas hechas de trapillo, madera y lana, con el fin de mantener, a través de la oralidad y el juego, los recuerdos esenciales de la cultura de su país de orígen.
Al finalizar la aventura de Camila, después de explorar el cerebro con los pensamientos y sentimientos de su nuevo amigo, llamaron la atención unas reflexiones que hizo al respecto: “Me encontré un sentimiento”, “un sentimiento de qué” preguntó Oliverio, el artista de Nidos, “un sentimiento de Venezuela”.
Es así como desde Idartes se generan espacios en los cuales el arte se convierte en una herramienta de expresión, memoria y resiliencia. “El arte les permite desarrollar su creatividad, expresar sus emociones y encontrar una comunidad que los respete y valore”, concluye el artista formador Edwin Osorio y luego añade: “Buscamos que El Castillo de las Artes sea su espacio seguro, donde puedan hablar de lo que les afecta y encontrar caminos para seguir adelante”.
En un contexto desafiante, estos espacios se convierten en un puente hacia la integración y el bienestar de la niñez refugiada y migrante en Colombia. La garantía de sus derechos culturales es, también, un paso esencial para construir un futuro más inclusivo y equitativo en la región y en la ciudad.